| 29 NOV, 2024 |
Antes de nada una importante aclaración: esto no es un tutorial.
Entender en qué consiste el delito de blanqueo y cuales son sus fases puede ser de utilidad, tanto para entender el contenido de las numerosas noticias habidas o por haber sobre futbolistas o políticos, como para darnos cuenta de que estamos siendo el tonto útil de un delincuente o de que tenemos que cambiar urgentemente de asesor financiero.
Tal y como comentábamos en publicaciones anteriores (¿Qué es exactamente el blanqueo de capitales?) El blanqueo consiste básicamente en reconvertir dinero conseguido a través de delitos (dinero sucio), en dinero legítimo (dinero limpio), reintroduciéndolo en el tráfico de dinero legal. La cuestión que se aborda ahora es: ¿Cómo se realiza ese lavado en la práctica?
De las múltiples clasificaciones y descripciones de este proceso, la más utilizada es la del GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional), el más notorio organismo dedicado a combatir el blanqueo y la financiación del terrorismo. Según esta entidad, el blanqueo se compone de 3 etapas que, aunque pueden revestir mayor complejidad, se encuentran en la mayor parte de operaciones de lavado:
La primera de las etapas consiste básicamente en deshacerse del metálico, introduciendo el dinero “sucio” en el sistema financiero. En esta fase es en la que mayor riesgo hay para el delincuente, dado que todavía no se cambia la titularidad del dinero y las autoridades tienen mayor facilidad de identificación, a menudo por las alertas que saltan en las propias entidades financieras.
Ejemplos de esta fase pueden ser, además del ingreso en cuentas, el denominado “pitufeo” o la compra de cheques regalo, billetes de lotería premiados o cheques nominativos. En todas ellas se tiende a fraccionar las cantidades con origen ilegal para dificultar su seguimiento.
El segundo paso del blanqueo se dirige a tratar de eliminar el rastro de ese dinero, difuminando la conexión con la operación inicial. El modo más frecuente de encubrimiento es la realización de múltiples movimientos del dinero, a fin de que para llegar al origen haya que rastrear cada una de las sucesivas transacciones, consiguiendo con ello cegar y confundir a las autoridades.
En esos enrevesados traspasos, se tiende a utilizar por los delincuentes a testaferros o sociedades pantalla, de modo que además de transferencias haya aparentes cambios de titularidad del capital. Los expertos criminales buscan igualmente la intervención de “bancos pantalla” constituidos en países sin presencia física y sin regulación por un banco central nacional, lo cual complica el control interno por la matriz o por las entidades de regulación.
Esta es la recta final del blanqueo, es el punto en el que el dinero vuelve hasta el patrimonio del delincuente aparentemente limpio y reluciente. Esta etapa consiste en mezclar el dinero “sucio” con el “limpio” introduciéndolo en el tráfico económico legal.
En el caso de Al Capone sería el momento en que se junta el dinero del contrabando con los ingresos de las lavanderías y se declaraba todo como rendimiento de esa actividad, al igual que se ha hecho después en muchas ocasiones con casinos o discotecas. También se lleva a cabo frecuentemente comprando bienes de gran valor como inmuebles o comprando activos financieros.
Lo que se consigue así es dejar un rastro de documentación contable, bancaria y fiscal en la que ese dinero consta como legítimo y procedente de una actividad absolutamente respetable.
No todos los blanqueos son iguales, pero inevitablemente tienen aspectos parecidos (aunque puedan no darse las tres fases anteriores), y atendiendo a ellos podremos saber si estamos siendo utilizados por un blanqueador o asumiendo riesgos innecesarios en nuestra gestión patrimonial.
Y, ante la duda, como siempre, mejor consultar a un abogado penalista.
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